Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de ambas aldeas retrataron partes de sus rostros para luego componer las nuevas caras en un collage del que todos y todas formaban parte.
"A mí me gustó mucho el taller porque aprendí a sacar fotos, nunca soltaba la cámara", contó Jonathan (13).
Pero más allá de aprender algunos aspectos técnicos del funcionamiento de la cámara, el trabajo tenía el objetivo de reflexionar sobre la identidad: pensarse más allá de la individualidad, a partir de las interacciones con los otros, desde el compañerismo, el amor, la integración, la diversidad. Así, verse a uno mismo con el otro en un mismo cuerpo era la centralidad del proyecto.
El resultado final del trabajo fue una exposición. Tanto en Córdoba como en Oberá se montaron los collages con los nuevos rostros, mientras que en una mesa había cientos de fotos pequeñas para formaran nuevos rostros. Acompañados de sus cuidadoras y equipo de cada aldea, los niños, niñas, adolescentes y jóvenes asistieron ansiosos a la muestra.
Acostumbrados a verse de cuerpo completo, algunos tardaban mucho tiempo en reconocerse en las fotos a partir de fragmentos.
"A mí me gustó porque te enseña que cada parte de tu cuerpo expresa algo. Como tus ojos si estás llorando, o están cerrados, porque esas triste", decía Agustina (18). Mientras que Josefina (16) miraba lo que representaban los rostros: "cada partecita de nuestra cara, cada parte de amor, de paz, respeto".
Para cerrar, Sebastián Gil Miranda, les habló a todos.
"Ahí están como las dos partes, como artistas, como creadores, pero también son partes de ustedes. Ahora en este momento todo esto que hicieron pasa a ser arte, pasa a ser esta exposición que pueden volver a visitar o invitar a quien quieran".