Clara es psicóloga social, hace siete años recorre algunos de los barrios más complejos de la provincia de Buenos Aires. La pandemia y la crisis económica la pusieron en una situación inesperada. Lo que ve hoy la estremece. Está habituada porque su trabajo cotidiano es con los más vulnerables y con quienes más solos están: los niños y familias de los barrios populares, esos adonde el Estado llega poco o no llega y donde los vínculos de solidaridad y acompañamiento son la clave de la supervivencia. Clara conoce a los niños y las familias, los ha visto atravesar momento complicados, superar lo que a cualquiera de nosotros le parece insuperable; los ha visto reponerse y salir adelante pero hoy ve algo diferente. Hoy el escenario es desolador “Emocionalmente es un momento crítico. Las familias se sienten colapsadas” dice Clara mientras narra situaciones que ve a diario.
Lo que Clara cuenta no es exclusivo de los barrios que visita. La multiplicación de merenderos y ollas populares es un hecho en todo el país. “La mayoría de quienes viven en estos barrios trabajan de manera informal, hacen changas y cobran por hora o por día. Hoy encontrar estas pequeñas oportunidades de generar algún ingreso está muy limitada. Es muy triste porque se ve como no hay subsidio ni plan que alcance y las necesidades van en aumento. Hoy ya no alcanza ni para comer”
Clara trabaja en Aldeas Infantiles SOS en la filial de Lujan. Allí acompaña a familias y niños que asisten al centro comunitario de la organización. El aislamiento cambió el modo de acercarse a los participantes, pero el trabajo siguió siendo de apoyo integral y enfocado en las necesidades del momento: la subsistencia alimentaria, el apoyo a las actividades escolares y recreativas de los niños, el apoyo al cuidado de la salud, las pautas de higiene y la prevención.
Los centros comunitarios permanecen cerrados desde Marzo y los desafíos son diarios.
“Los más perjudicados de todo esto son los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Se ve la pobreza y como va afectando su desarrollo, no solo en la pérdida de alimentación. Sino también el impacto que les trae en la educación, la salud, la vestimenta. Algo tan básico como la conectivdad a internet no está dado para la mayoría de las familias, entonces ¿cómo van a ir a una clase virtual o estudiar?”
Lo que Clara cuenta se ve en las estadísticas. Hoy hay más niños y adolescentes afectados por la pobreza que cualquier otro grupo poblacional. Las estimaciones son menos alentadoras aun, para fin de año habrá 700.000 nuevos niños y adolescentes que habrán caído en la pobreza. Casi 7 de cada 10 niños y adolescentes no podrán cubrir sus necesidades básicas y verán afectado su desarrollo.
“Lo que vemos es desolador. Conseguir un turno en la salita del barrio es casi imposible, y las familias no quieren acercarse al hospital por temor a contagiarse el virus. Falta información porque las campañas para concientizar sobre la pandemia no llegan, porque familias no tienen el mismo acceso a los medios de comunicación que en otros barrios o ciudades”.
Cada una de estas cosas impacta de manera directa en el presente y futuro
de cada uno de esos niños y adolescentes y de sus familias. Los efectos de la pandemia parecen haber llegado para quedarse a largo plazo con nosotros.
Con la falta de educación presencial la brecha entre los que tienen y no tienen se hizo más grande y profunda. “Este contexto demostró que la educación es excluyente de algunos sectores de la población. Educarse es un privilegio de algunos. No se piensa o evalúa cómo incluir a un niño/a en situación de vulnerabilidad”.
Las organizaciones sociales llegan a donde el Estado no llega y el trabajo de atención directa es hoy imprescindible. Para miles de familias, como las que acompaña Clara desde los programas de Aldeas Infantiles SOS, es la diferencia que les permite sobrevivir, porque conocen su territorio, los tiempos, la manera de vincularse y les dedican tiempo y espacio de calidad. No se trata solo del apoyo en la alimentación cotidiana, sino también el sostén emocional y la protección infantil.