Niños y niñas disfrutando de los juegos inflables
28.09.09

Se cansaran los inflables… pero los niños jamás!!!

El sábado 21 de agosto festejamos en la Aldea de Mar del Plata el día del niño. Hubo golosina, juguetes, hamburguesas, artistas de circo y más… pero lo esperado por todos fueron lo juegos inflables.

Mirando al cielo.

Esa mañana nos levantamos mirando al cielo, el domingo anterior debimos postergar la fiesta del día del niño por cuestiones climáticas, esta vez el sol nos guiñaba un ojo como haciéndose cómplice de nuestros planes.
Las caritas con sueño que iban saliendo de cada casa buscaban la figura del director, pero, sabían que el sol ya había otorgado el permiso.

Preparando la aldea.

De a poco comenzó la actividad y se contagiaba el entusiasmo. Algunos organizaban la zona donde se iba a hacer el fuego para las hamburguesas. Otros el lugar donde actuarían los artistas circenses. Los más pequeños buscaban ramitas para encender el fuego otros reclamaban sus juguetes, pero, todos con excepción de los más grandes que por una cuestión de pudor no emitían opinión, preguntaban si era verdad que habría juegos inflables.

Comienza la fiesta.

Las madres y tías SOS, tal cual lo planeado, llaman a los niños y niñas a cada una de las casas familiares y reparten los juguetes que habían sido seleccionados de acuerdo a los gustos y preferencias de cada niño y niña.
A medida que salían de sus casas, el resto de los colaboradores entregaban una bolsa con golosinas de distintos tipos: chocolates, chupetines, caramelos, obleas, etc.
La Aldea parecía invadida, cada niño y niña se multiplicaba por cinco corriendo de un lado a otro, unos mostrando sus juguetes nuevos, otros compartiendo sus golosinas, todos contagiando su alegría de esas que solo las almas puras experimentan.
Todo este jolgorio siguió y siguió hasta que sonó una frase en la Aldea que por un rato tranquilizó los ánimos y dio un respiro a las madres y tías: A comer !!!  

Llegó el circo!!

Cuando ya estábamos terminando de  degustar unas ricas hamburguesas sonó una bocina en la puerta de la Aldea y apareció nuestro amigo Gabriel, dueño de un circo local, acompañado por  varios artistas, entre lo que se encuentran sus propios hijos, para darnos una “petit” función, deleitando tanto a niños y niñas como a todos los grandes allí presente. Payasos, malabaristas, equilibristas y gatitos amaestrados fueron parte de un show espectacular.
Los actos circenses se suceden y la fascinación se hace ver en la cara de cada niño y niña.
Otro vehículo llama la atención en la puerta de la Aldea. El director se dirige hacia allí y con gran placer nota que ese vehículo portaba nada más ni nada menos que los juegos inflables.
Es el momento oportuno para armar los juegos ya que los niños y niñas aún no notaron esta esperada presencia.

A disfrutar.

Terminado el circo, a quien se despidió con una gran ovación, comenzó un murmullo que se convirtió en ovación.
Una estampida de niños y niñas se dirigió en una sola dirección donde se divisaban vivos colores y formas inusuales.  Delante de una de las casas se alzaban un castillo y un laberinto que invitaban a desatar la imaginación. Sabiendo que el único requisito indispensable para ingresar era quitarse el calzado, volaron las zapatillas de los pies de cada uno de los niños  y niñas emocionados por la presencia de estos gigantes.
Todos los colaboradores trataban de organizar el ingreso a cada juego, resguardando  a los más pequeños, organizando filas para el ingreso, calmando a los más exaltados y fundamentalmente dando tiempo a los expertos para que terminen de armar y brinden la seguridad necesaria, hasta que Don Carlos, un gran ser humano y dueño de los juegos dio el OK.
Faltaba un solo detalle: ¿Cuanto tiempo podríamos hacer uso de estos juegos?
Consultado Don Carlos, movió la cabeza como calculando y dijo:  “yo creo que en tres horas todo el mundo va a estar agotado!!”.
Desde atrás sonó una voz viva, intensa, exaltada y la figura de Juani, una cara rubia de ojos muy vivaces anunció, notificó, más bien profetizó: “Se cansarán los inflables, pero nosotros jamás!!!”.

El sol marcó la hora.

Fue el sol quien dio el permiso para el festejo y fue él quien anunció su final.
Don Carlos movía la cabeza como no creyendo lo que veía mientras degustaba unos mates con las madres y tías. Anochecía y solo entonces los niños y las niñas de la Aldea accedieron a dar por finalizado el juego.
Ahora sí! Caras cansadas  pero satisfechas emprendían la marcha de regreso a sus casas ensayando algunas excusas ante la mirada experta de las madres y tías  que anunciaban un baño con mucho jabón.
El día del niño, si es que hay uno solo, había concluido.
Pero esa noche en la Aldea Infantil SOS Mar del Plata hubo muchos sueños de colores.