Por la Lic. Alejandra Perinetti, Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina
Hay problemáticas que atraviesan a toda la sociedad y aun así permanecen “invisibilizadas” en la mirada adulta. Las violencias que sufren a diario los niños y niñas y particularmente el abuso sexual está entre las primeras.
Aunque existen diversas definiciones, abuso sexual contra los niños es toda conducta en la que un adulto utiliza para su satisfacción sexual y goce personal a un niño/a o adolescente, que no puede consentir y/o que no preparado para comprender aquello en lo que se encuentra involucrado
EL 19 de noviembre se conmemora el “Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil” sin embargo la bibliografía específica y más actualizada del tema, alerta que al definir el abuso sexual contra niños como “abuso infantil” se da lugar a minimizar o invisibilizar la gravedad de la situación para los niños. Seamos claros: en una situación de abuso sexual los niños siempre son víctimas de adultos que se aprovechan de la relación desigual de poder y dependencia para satisfacer sus deseos y goces sexuales.
El abuso sexual es un delito. Recientemente un colectivo de organizaciones de la sociedad civil, con el apoyo de gran parte de la sociedad y de algunos legisladores logramos modificar el Art. 72 del Código Penal y que todos los delitos contra la integridad sexual de niños sean de instancia pública. Esto que parece un detalle legal en realidad será el primer paso para lograr que avancen las investigaciones y las consecuentes sentencias judiciales, imprescindibles para el reconocimiento del niño/a como víctima y para iniciar el proceso de reparación del daño.
En los delitos sexuales contra niños, el 75% de los casos el abusador es un familiar directo o una persona de confianza del círculo familiar, es decir, es un referente afectivo muy importante para el niño o niña y para todo el grupo familiar. Por esto el cambio es fundamental porque antes de la reforma del código penal si las denuncias o sospechas no eran ratificadas por las víctimas o sus representantes las mismas quedaban reducidas a un mero archivo en las oficinas públicas.
El abuso sexual contra niños se sustenta en múltiples creencias y situaciones. La violencia en general que atraviesa las prácticas y modelos de crianza tolerados y aceptados socialmente son una de ellas. Las modalidades vinculares abusivas y violentas se aprenden y se transmiten, de generación en generación, de allí la importancia fundamental de trabajar con las familias en el cuestionamiento de las prácticas de crianza, apoyarlas y brindarles herramientas e información para desarmar la naturalización del abuso hacia niños y niñas. El abuso sexual contra los niños se puede prevenir. El énfasis debe ponerse en el cuidado y resguardo de los niños, en la protección, prevención y restitución de sus derechos, en concientizar sobre las consecuencias brutales que tiene la violencia psicosexual en sus vidas y en la posibilidad de prevenir desde el fortalecimiento familiar.
Nuestra experiencia de atención directa nos enfrenta a diario con las consecuencias que tiene en los niños el abuso sexual, las severas marcas que deja en el desarrollo emocional y psíquico de quienes lo padecen, muchas veces imborrable, dan cuenta de la gravedad de la problemática. En todos los casos las víctimas se encuentran en una situación de sometimiento ante el agresor, sea por temor, admiración o afecto. La denuncia es una parte central del proceso de protección y reparación de los niños.
La Convención de los Derechos del Niño establece que todos los niños y niñas tienen derecho a ser protegidos contra la violencia, el abandono, el descuido, la explotación y el abuso sexual y que, los Estados y la sociedad civil tienen un papel importante en este proceso. Aunque el Estado es el único garante, todos como sociedad debemos dar un paso por la protección. Escuchar a los niños, niñas, adolescentes, dar credibilidad a sus relatos, elevar las alertas, son aspectos al alcance de cada uno de nosotros para dejar la indignación y pasar a la acción ante un problema transversal en la sociedad. No se trata de problemas privados. Son delitos públicos que suceden en la privacidad del hogar.
Como adultos, somos responsables de generar y promover espacios seguros y protectores donde niños y adolescentes puedan desarrollarse plenamente. Garantizar el respeto de sus derechos es una responsabilidad de todos.